miércoles, 27 de enero de 2010

QUÉ ESTARÁ SOÑANDO... (Daniel Adrián Madeiro)

Qué estará soñando el niño
que dormita en la vereda,
que lleva los pies desnudos,
toda sucia la cabeza.

Sobre bolsas de basura
su cuerpito se recuesta;
no es de nubes su colchón
ni sus sábanas de seda.

A su inflado vientre sólo
un hambre inmensa lo llena,
y le da gracias al sueño
que lo aleja de la pena.

Pregunté qué sueña el niño
que dormita en la vereda.
Que estúpida mi pregunta
si ese niño ya no sueña.

miércoles, 13 de enero de 2010

LOS RATONES (Lope de Vega)

Juntáronse los ratones
para librarse del gato;
y después de largo rato
de disputas y opiniones,
dijeron que acertarían
en ponerle un cascabel,
que andando el gato con él,
librarse mejor podrían.
Salió un ratón barbicano,
colilargo, hociquirromo
y encrespando el grueso lomo,
dijo al senado romano,
después de hablar culto un rato:
¿Quién de todos ha de ser
el que se atreva a poner
ese cascabel al gato?

jueves, 7 de enero de 2010

EL SASTRE Y EL AVARO. Poema-fábula (Juan Eugenio Hartzenbusch)

Hay gente que dice cólega
y epígrama y estaláctita,
púpitre, méndigo, sútiles,
hóstiles, córola y áuriga.

Se oye a muchísimos périto,
y alguno pronuncia mámpara,
díploma, erúdito, pérfume,
Pérsiles, Tíbulo y Sáavedra.

Los que introducen esdrújulos
contra el origen y práctica,
imitación de su método
lean la presente fábula.

Sabrán, si me escuchan ústedes,
que hubo un tal Pedrillo Zápata,
sastre titular del Cóncejo
de no sé qué villa mánchega.

Era comilón Períquito
y algo amigo de la gándaya;
sin embargo, bien a ménudo,
lista su labor despáchaba.

Vivía en su pueblo un rícote,
cicatero sobre mánera,
que le encargó que le cósiera
calzones, chaleco y cháqueta.

Costumbre de pueblo péqueño
es, muy general y sábida,
que al sastre le dé la cómida
el mismo para quien trábaja.

Cose a vista del parróquiano,
engulle, según se trátara,
buen almuerzo y rico púchero,
cena, y se acabó la fátiga.

A casa de don Ceférino
se fue mi sastre de máñana;
sirviéronle su desáyuno,
y seda previno y águjas.

«Ea -dijo-, hasta que Isídoro,
tocando la gorda cámpana,
la hora de comer no séñale,
coso sin alzar la cábeza».

Echóse a pensar el ávaro
si en fuerza de aquellas pálabras
del sastre salir le púdiera
la manutención más bárata.

«¿Quieres -le propuso a Périco-
la olla comerte prepárada,
y hasta la cena seguídito
proseguir luego la tárea?»

Respondió el sastre: «Me acómoda,
y aun si la cena me sácaran,
me la engullera: mi apétito
no corre con hora márcada».

«Corriente -contestó el rícacho-:
vas a comer de una zámpada
para el día de hoy por cómpleto,
y coses luego sin párada».

«La mitad sobra, de séguro
-dijo el ruin para su cámisa-:
ni un avestruz que se púsiera
tanto en el buche se encájara».

«¡Vamos! -gritó-: ¡Pronto, próntito!:
corta la sopa y la ensálada,
y a Pedro sírvele en séguida
la olla y de cenar, Baltásara».

Dánsela y trágalo tódito,
y dice después de lá-cena:
«Yo en cenando no doy púntada;
buenas noches, voyme a lá-cama».

La salida del sastrécito
fue una solemne tunántada,
mas de burlar a misérables
ni un místico se escandáliza.